martes, 7 de diciembre de 2010

El duende y el hada


Esta es una historia sobre un duende y un hada, que aunque sean personajes ficticios, yo los veo todos los días. Llámenme loca, pero este “cuento” para mi es más real que lo que vemos a nuestro alrededor (y créanme que mucho más).

Este relato habla de ellos pero también de mí. De cómo los veo yo, de cómo son conmigo y lo que producen en mí.

Al duende lo conozco hace ya siete años. Más precisamente lo conocí un diez y nueve de julio del dos mil tres y llegó dispuesto a cambiar la vida de muchas personas. A marcar un antes y un después de su llegada, sobre todo, en varios corazones.

Generalmente, cuando decimos “duende” en nuestra cabeza se dibuja un ser pequeño, vestido de verde, con pelaje colorado y con cara de anciano. Pero este duende era el más hermoso que habría existido jamás.

Al pasar los años este duende se convirtió en un precioso ser con rulos casi rubios. Astuto, pícaro, travieso y divertido. Siempre demostrando felicidad sin tapujos, pero a medida que fue creciendo, este duende se dio cuenta de que al lado suyo faltaba algo: una compañía especial, y digo especial porque tenía que ser una compañía permanente. Inmortal. Entonces se dispuso a buscar ayudas entre dos dioses. El les comentó los que le pasaba y aunque muy contentos con la idea del duende no estaban, casi sin quererlo y luego de varios años, le concedieron su deseo. Tal hazaña fue realizada un treinta y uno de mayo del dos mil diez, cuando el hada más resplandeciente y linda fue presentada al duende.

Un hada que nació con volando bajo con sus alas, que a medida que pase el tiempo, con ayuda de todos sus seres allegados, empezará a tomar un vuelo cada vez más alto, con riesgos a poder bajar un poco, pero en ese momento yo voy a estar ahí. Todos vamos a estar ahí para impedir su aterrizaje.

Éste no puedo evitar brindarle todo el cariño que sentía hacia ella desde ese día (al igual que otras personas), pero ese cariño era el más intenso que alguna vez vi y que no creo volver a ver. Juntos son uno solo. Son una luz. Una luz que no sólo puede ser vista por los que los conoce, a simple vista se ve. Pero lo que no pudieron, ni pueden disfrutar estos desconocidos son los sucesos maravillosos que se viven día a día juntos a ellos, desde hace siete años: viendo cómo el duende daba sus primeros pasos tambaleados, su primera palabra. Ver el esfuerzo que hace cada uno para progresar en la vida, como personas. Como niño. Los brillos en sus ojos cada vez que sacan una sonrisa, las palabras de afecto por parte del duendecito y las balbuceadas de la tierna hada. Sus abrazos y sus besos. Su sencillez y que tan sólo una de sus miradas mágicas te llene el alma día a día y eso ni el más poderoso de los dioses lo va a poder romper. Mientras estén juntos el duende y el hada, nada podrá tener mayor importancia, nada podrá ser más fuerte y, personalmente, nada me va a hacer más feliz.

Gracias por existir.

Los ama mucho, la tía Agos.

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